15 de noviembre de 2013

Cupid Candy Sugar Free (Final)

Capítulo 13
Si el amor tuviera un sabor...



Anka estaba desayunando con calma, algo que no era del todo normal, puesto que ella acostumbraba siempre a hacerlo corriendo, agobiada siempre por las prisas de su apretada agenda. Pero hoy tenía ganas de saborear su café como era debido. Estaba vestida tan solo con su albornoz, los bucles cobrizos y húmedos resbalaban por sus hombros. Cerca de la cafetera estaba el papel, con el número de teléfono que le dio Diana.

Se estiró y cogió su celular, le parecía gracioso que su cita de la noche anterior hubiera terminado de aquella forma pero tampoco estaba molesta, además, Diana le había hecho un enorme favor al proporcionarle aquel contacto. Sus dedos comenzaron a presionar las teclas con rapidez, sonando la musiquita.

Lyon alzó la vista de la pantalla del ordenador. Estaba traduciendo unos diálogos de una serie que quería tener listos para proyectar en el salón del Manga, como una de las atracciones. Le había prometido a Kiden que se los mostraría la próxima semana. Tomó el móvil y contestó aunque no reconociera el número- ¿Si?




Anka se irguió en la silla, se pasó los dedos por los cabellos- ¿Lyon? -interrogó, esperaba no haberse equivocado.

-Si, ¿diga? -siguió hablando por el móvil, mientras escribía en su ordenador, los ojos de un verde muy claro se movieron de un lado a otro mientras anotaba un kanji que no conocía en una hojita de papel.

-Hola, soy Anka -sonrió y se reclinó en su silla para acomodarse, cruzó las largas piernas, mostrando parte de los torneados muslos- Diana me habló de ti, supongo que te comentó que necesito una traductora de japonés. Pago bien.

-Ahh..., claro, dime cuando quieres que te acompañe... -Diana le había hablado de Anka como si fuera la diosa de los cuatro vientos. Le daría un trato preferencial por la recomendación. Lyon no podía saber que aquella voz de ilusión no se debía a Anka, sino a Juliet.

-Sería dentro de una semana -Anka se puso en pie y se dirigió al dormitorio para comenzar a buscar su traje de chaqueta que luciría el día siguiente-. Pero si quieres nos vemos el día antes -siempre le gustaba conocer a las personas con las que iba a trabajar.

-Está bien... -ni se fijó en su agenda porque ya había dado todos los exámenes y ahora solo quedaban unos cuantos proyectos tontos que hacer- ¿a qué hora? -se levantó los lentes sobre el puente de la nariz mientras buscaba en su diccionario.

Anka casi se echó a reír porque aquello parecía, de nuevo, otra cita a ciegas, "es mi maldición".-Sobre las siete de la tarde -comenzó a deshacer el nudo del albornoz y lo dejó caer a sus pies- ya te llamaré.

Lejos de allí, unas largas piernas blancas se enredaron con las de Diana, el fino rostro de Juliet se ladeó y buscó el cuello de su compañera en medio de su sueño, suspirando con satisfacción por inhalar su aroma, su mano reposaba en la cintura de la morena, la movió apenas, acariciando, una de las tantas caricias que le prodigó durante la noche en la que se habían dedicado a conocer su propios cuerpos.

Diana era muy madrugadora, pero por primera vez en mucho tiempo se había quedado completamente relajada, sin preocupaciones, disfrutando de aquella tibieza que envolvía su piel, ese calor que solo puede generar otro cuerpo junto al propio. Ya no dormía, pero observaba a la rubia con atención. Casi se le hacía imposible que alguien durmiera de forma tan encantadora. Ella solía levantarse con marcas de la almohada, despeinada como si hubiera visto al demonio de frente, a veces con los párpados hinchados o si no, unas ojeras lamentables.

Sin embargo, su compañera era perfecta, aún cuando había dado muestras de haber llorado. Cada suspiro la hacía verse más hermosa. Alzó la mano para jugar secretamente con sus cabellos, acomodándolos tras la oreja. Aún le costaba creer lo que había sucedido. No podía ser más feliz.

-O.K -Lyon se quitó los lentes un momento-. Nos vemos.

Anka colgó y vistió para comenzar su intensar jornada, de nuevo dejaría la cama sin hacer, pero en ocasiones lamentaba que las sábanas no estuvieran revueltas por razones más placenteras.

Juliet no se terminaba de despertar del todo, ella era del tipo de personas que gustaba quedarse en la cama, calentita y más cuando estaba tan agradablemente agotada, había sido la noche más maravillosa de su vida. Sonrió cuando percibió aquellos gentiles dedos que acomodaban sus cabellos. Mimosamente se apretó más contra el cuerpo de su compañera.

Lamont estaba en la cocina, haciendo el desayuno para los tres, de nuevo no había ido al trabajo. Pero era consciente que no se podía esconder para siempre, había evitado salir a la calle pero tampoco podía abusar de la hospitalidad de Diana, no era para siempre. Quizás llamara en dos horas para decir que se despedía aunque viendo que nadie lo echaba de menos, bien pudiera desaparecer sin decir palabra alguna.

Diana casi pareció ronronear del gusto y su respuesta fue inmediata. La mano que jugaba con las hebras doradas se fue deslizando  por el cuello, el hombro, la espalda y la cintura de Juliet. La sonrisa tenue de la morena apareció en el instante en que cerró los ojos, como si deseara sentirla aún más, deseaba que el tacto fuera más sensible-. Buenos días -la mano bajó a las caderas y a la tentadura curva de una nalga- ¿desayunamos?

Juliet se echó a reír, toda alborozada cuando aquella suave y cálida palma abarcó su glúteo- que rico... -susurró con una sonrisa mientras abría los luminosos ojos para posarlos en el rostro de su compañera-. Mmmm...Diana -comenzó a besarle el cuello muy despacio, dejando que sus jugosos labios jugaran con la tersa piel del cuello, descendiendo hasta uno de los senos cuyo pezón besó.

- ¿Y luego volvemos a la cama? -negoció, si por ella fuera la ataría al lecho para tenerla todo el día entre las sábanas.

Los ojos almendrados de la morena emitieron un brillo bronce y sus dientes relucieron como perlas en una hermosa sonrisa, llena de sinceridad. Le fascinaba verla así, retozando, despeinada y juguetona. Pero sobre todas las cosas le gustaba que fuera mimosa con ella, la hacía sentir importante. Ahora tenía a alguien que pensaba en ella, alguien a quien le gustaba su piel y su extraña forma de ser.

-Si...volvemos...si... -suspiró.

-Entonces de acuerdo -Juliet sonrió y se fue sentando poco a poco, dejando que los cobertores resbalaran para mostrar su cuerpo desnudo. Salió de la cama y fue a buscar su bata y otra para su pareja-. Vamos -esperando que ella se pusiera en pie para rodearla con su atavío. Le apretó los hombros con suavidad, mirándola a los ojos, visiblemente enamorada.

Las mejillas de la otra joven subieron un tono más en la escala de los rojos y la sonrisa, increíblemente se amplió más. Sus ojos parecían unidos en un puente invisible y resistente a pesar de la aparente fragilidad de ambas- ¿cómo se dice...te amo en francés? -murmuró entre risas porque le resultaba muy extraño decírselo con su voz, en vez de hacerlo mentalmente.

Le parecía extremadamente sensual el acento, las maneras y el idioma de la francesa. La rodeó enseguida con sus brazos, sintiendo su contextura delicada, elegante como un junco de cristal.

Los ojos verdes relucieron de forma casi hambrienta, Juliet percibió de nuevo que su cuerpo comenzaba arder de la misma forma que se había prendido durante toda la noche.  Mientras sus manos amorosas repasaron el cuerpo de Diana sin cansarse, buscando los puntos que la hicieran gemir solo para ella, su lengua humedeció aquellos senos, la cintura, las caderas y el sexo de su pareja.

-Je t'aime -pronunció con dulzura la rubia, temblando entre las manos de su compañera y se inclinó-  Je t'aime, Diana.

-Je...t`aimmmme...Juliet -se le arrimó todo lo que podía y buscó el refugio de sus labios. Sus negros cabellos resbalaron hacia un lado acariciando su rostro. Quería aprovechar todo lo que podía a su lado. Luego, cuando salieran a "socializar", tendrían que disimular su relación. Delante de todos los demás, tendrían que ser muy discretas, aunque ella deseara lo contrario.

Juliet inspiró con fuerza, un gemido se ahogó en su garganta porque no podía dejar de responder a aquellos labios, notando como una inmensa ola de emoción convertía sus piernas en gelatina. Suave pero firmemente se amoldó a la boca de su compañera, complaciéndola y complaciéndose a si misma.

Unos toques resonaron en la puerta, era Lamont, no le había pasado desapercibido que habían dormido juntas y que no habían salido de su habitación, puede que sus sentidos lo estuvieran engañando, pero le daba la impresión que la atmósfera que emanaba de aquella habitación era perfumada.

-Arriba, dormilonas.

Diana se rió dentro del beso, la voz de Lamont se coló entre sus nebulosos pensamientos. "Si supieras", pensó mientras abría sus ojos brillantes y con toda la dificultad del mundo fue rompiendo el contacto de sus bocas para hablar-Buenos...días...ya vamos... -pero su voz sonó muy perezosa (en realidad, mimosa).

La puerta del dormitorio se fue abriendo para revelar el rostro de dos pares de tontas, Lamont dio un paso atrás, asustado del calor que parecían desprender el cuerpo de ambas chicas y de sus ojos llenos de chispitas sospechosas, tenían justo que el mismo tipo de mirada que él cuando se había corrido.

-Hola -susurró.

-Holaaaaaaaa -Juliet se medio balanceó- que guapo estássss hoy... -la rubia revolvió los dorados cabellos de su primo, ni siquiera apreciaba que estaba vistiendo uno de los pantalones de Diana y una camiseta ajustada, aquellas prendas no disimulaban su contorno esbelto y musculoso.

Diana estaba bajo el mismo efecto narcótico de puro amor. Miró al muchacho, con ojos embobados, relamiéndose despacio- Siii... amaneciste muy guapo -y le palmeó el brazo muy despacio.

Lo cierto era que Lamont estaba horroroso con aquella ropa, pero a los ojos endulzados de las chicas, no podía lucir más encantador- ¿Desayunamos juntos?

-Claro, claro... -el rubio las siguió a ambas, manoseó su camiseta y haló de ella con ciertos gestos nerviosos, tratando de ocultar su ombligo que insistía en asomarse una y otra vez por encima de su pantaloncito, se sentía ridículo pero al tiempo confortado que ellas lo vieran con aquellos ojos amorosos.

Juliet entró en la cocina, sus ojos se posaron en la alta figura de su primo y arqueó las cejas cuando se apercibió de algo- ¿No has ido a trabajar en tres días? - ¿era aquel su ambicioso y despiadado primo?

-Tampoco me echaron de menos -parecía que siempre hubiera sido invisible, inclinó el rostro y posó sus mejillas sonrojada en el hombro de Diana, cerró los ojos. Nunca hubiera pensado tuviera aquella intimidad tan agradable con una mujer, porque se percataba de que Diana, aparte de Juliet, era su primera amiga.

-Humm... ellos son unos idiotas si no te parecían... que les den... -Diana parecía haberse erizado. Había desarrollado demasiada empatía por Lamont, incluso se le estaba cruzando una idea peregrina en su mente. Ahora que Juliet iba a dormir con ella (porque no pensaba dejarla ni un segundo), podían darle asilo al rubio. Claro, quería consultarlo con su compañera primero.

Mientras Juliet disponía el desayuno, la miró, aún sosteniendo a Lamont. El café estaba servido en otra taza. Sintió cierta angustia, pero sabía que ya no se podía usar. Quizás, hasta debiera comprar unas tazas nuevas para su pareja y para si.

Juliet se colocó frente a ellos y percibió cierta angustia en la mirada de su pareja- ¿mmmm? -Alargó la mano y sus dedos rozaron la mejilla sedosa de Diana- no pongas caritas -le sonrió.

 Lamont abrió los ojos y escrutó el rostro de la morena, arqueó las rubias cejas y su mano se colocó bajo la barbilla de la morena, la ladeó un poco- un besito necesita -y posó sus labios en la mejilla de Diana, mientras se contenía para no reírse porque Juliet gruñó celosa.

-Hummm...qué rico... -Diana no se cortó, por alguna razón el beso le parecía muy rico, muy especial. Demasiado familiar. Miró a su compañera de forma cómplice. Le había encantado su expresión- necesito otrooo... -pero luego se rió, porque se le había escapado- mejor después.

Lamont rió con suavidad y luego la abrazó un instante para luego soltarla, sobre todo por Juliet, que se sentó violentamente al lado de Diana y se arrimó a la morena toda posesiva, como si estuviera marcando su territorio como una loba, dejando claro que Diana era suya.

-Tendré que buscar otro trabajo -se encogió de hombros y se estiró, dejando que la camiseta subiera hasta sus pectorales- no puedo vivir del aire -esperaba que al menos cuando saliera a la calle no llamara tanto la atención, esperaba no encontrar a otro acosador en el autobús porque le daría un puñetazo.

Diana no aguantó y se giró abrazando a la rubia- Oh, pero qué niña más bonita... -dijo, medio en broma, pero queriendo decirle lo hermosa que era en realidad. Trataba de simular, pero moría por tocarla.

La rubia la apresó enseguida sin contenerse- pues tú eres preciosa... -el tono de ella no tenía nada de humorístico, era puro azúcar, todo mieles. La apretó contra su pecho, emitiendo un hondo suspiro. Debería hablar con Lamont, no quería estar escondiéndose dentro del propio piso. Ninguna se percataba que se les notaba demasiado que estaban enamoradas.

Lamont tomó un sorbo de café, observándolos de reojo, era evidente que la emoción que estaba flotando en el aire, era algo más que atracción entre ellas dos, sabía que no sólo era química y bien pudiera ser aquel sentimiento que una vez experimentó pero que sólo era un recuerdo.

-Iré a buscar algo -se puso en pie y se desperezó, no tenía ni idea de que iba a hacer, pediría su carta de despido o baja, y daría un paseo, al menos les daría ese espacio para estar a solas una horas.

Esta vez, la morena ni lo notó. De pronto sentía que estaba sola en la habitación, con su pareja. Le encantaba pensar así "su pareja". La mujer más  hermosa de todo el mundo. Volvió en si, sólo porque sintió el impulso de besarla y una alarma se encendió en su cabeza, pero al ver que el hombre no estaba allí, enseguida buscó la boca de Juliet, pero de forma algo fugaz. La necesitaba más que el café, más que el aire mismo.

-Mmm...tienes que dormir conmigo siempre... -pidió con voz ronca- múdate conmigo...

Los ojos verdes persiguieron a los castaños en un juego seductor de miradas, parecía que siempre quería beber de los reflejos que flotaban en aquellas inteligentes y profundas pupilas. Nunca se cansaría de buscarse en ellos, en una repuesta a los latidos de su corazón que bombeaba con fuerza su pecho.

Recordó la maleta que yacía olvidada en un rincón de la habitación, en la cuál, en un determinado momento depositó algunas prendas porque pensaba que ya no tenía su lugar ni en aquella casa ni con Diana. Ahora aquella mujer que estaba entre sus brazos le pedía algo que ella anheló desde que la besó pero que no se atrevió a pedir por miedo a espantarla.

-Lo que tú quieras, Diana -los rubios cabellos se arremolinaron en torno a su rostro esculpido, donde destacaban sus mejillas-...yo... -apresó sus labios de nuevo, despacio, muy despacio, deteniendo el tiempo en aquel contacto, adhiriéndose a ellos mojadamente- te amo.

-Aahh...y...yoh...te amo... -contestó con un hilo de voz entre los trémulos besos.

***

-No puedo creer que me haya ganadooo... -Irina se abrazó sin ningún reparo a Kiden, oliendo su cuello desde la nuca, jugando. En realidad no le interesaba en absoluto haber perdido contra Diana este año. Ella tenía cosas mucho más placenteras en qué gastar su tiempo que poniéndose a dibujar nada. En cambio la morena había hecho sus oscuras y violentas historias antes de caer en el mismo estado que la pelirroja.

Ahora no tenía cabeza para sentarse a dibujar nada más que Shoujo, y su personaje principal, era una rubia de largas piernas y mirada verde y soñadora. Había vendido muchos pósters  y muchos mangas.

Por su parte, Lyon había invitado a Anka al salón manga del campus; había trabajado para ella satisfactoriamente y habían congeniado. Claro, obligatoriamente habían tenido que salir a lugares para divertirse y ella no había podido evitar echarle el ojo a la seductora mujer de negocios. Sin embargo, ella se comportó muy correctamente, como debía ser, aunque furtivamente clavaba de forma fulminante sus ojos claros en los de la otra mujer.

Anka se ajustó las mangas de su caro traje de chaqueta blanco, sus bucles cobrizos caían por su espalda. Estaba saliendo con Lyon, iban despacio, ella no quería asustar a nadie pero no escondió sus intenciones, dejó claro que le interesaba algo más que una amistad con ella pero iba sin prisas, esperando establecer los cimientos de una relación.

-Vamos a felicitar a Diana -alzó una mano y le rozó la cintura a la joven, haciéndole un guiño.

En el puesto de Diana, Juliet vendía los mangas de su compañera, todo el mundo se quedaba embobado viendo que la rubia era muy parecida a la protagonista de la historia. Se inclinó hacia su pareja- me gusta el nombre de tu manga -le susurró cálidamente, era; "Sweet Juliet".

Kiden se echó a reír y suspiró por aquel aliento que rodaba por su cuello-. Mmm...tú eres la campeona de mi corazón -se sonrojó por sonar tan cursi pero era lo que sentía.

- ¡Mi cosita lindaaaaaaaa! -Irina se sintió como si la hubieran rellenado de helio. Flotaba y notaba su pecho expandido del orgullo-. Prepárate... esta noche vienes a dormir a mi casa... mis padres no están...te puedes quedar unos días...

Diana le acarició el muslo por debajo de la mesa a su compañera. Se quedó jugueteando en aquella pierna por un buen rato. Ya quería que terminara la actividad para disfrutar de una linda cena y una noche de películas y...todo lo demás.

-Hola, felicidades... -Lyon se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Diana, ésta no quitó su palma de donde estaba, saludó con una enorme sonrisa a Anka.

Lyon estaba rumiando cómo abordar a la madura empresaria. Le daba ciertas ganas de reír. Se notaba que la chica de cabellos ondulados pensaba que era un corderito y desde luego, no lo era. Alzó una mano y la puso, deliberadamente en las caderas de la otra mujer, marcando territorio porque Juliet se le hacía demasiado guapa, no fuera a robarle atención.

Anka arqueó las cejas al sentir aquellos dedos posesivos sondeándola, ladeó un poco el rostro con una enorme sonrisa, gratamente sorprendida por aquel súbito avance, parecía que no tendría que andarse con demasiadas sutilezas. "vaya, vaya" aquella noche la invitaría a cenar y puede que luego, más tarde a su casa.

Las dos se apartaron cuando un rayo dorado pasó frente a ella, levantando una brisa, un hombre increíblemente atractivo, el reflejo masculino de Juliet se abrazó a Diana- Felicidades -Lamont le dedicó a la morena su sonrisa más blanca y hermosa, por supuesto no se había marchado del piso, ahora ocupaba la habitación de su prima.

-Gracias....mmm... -Diana se apretó contra él- tus consejos me han servido mucho... -Lamont tenía una gran visión en cuanto a ropa y como debía lucirle a las chicas que la morena dibujaba- esta noche, es noche de pelis... así que, prepárate... -le susurró.

Lyon miró a Anka fijamente. No era especialmente ruidosa, pero lo que decía era justo y necesario. En esta ocasión estaba diciendo con los ojos, que estaba yendo en serio con ella- ¿quieres dar una vuelta? -y sin esperar respuesta, se la fue llevando gentilmente con ella, sin apartarse. Le encantaban las chicas seductoras y Anka lo era. Era refinada, exquisita como una fruta en el punto justo de dulzura y madurez- ven... -la fue llevando calmadamente a algún sitio donde pudiera escuchar su voz sin que tuvieran que gritar- vamos a ver una película de las que he traducido... -era su oportunidad de tenerla en un ámbito más íntimo...y oscuro.

Anka se dejó llevar sin resistencia alguna, estaba descubriendo que Lyon era una fuente de sorpresas. No era la típica mujer joven alocada y no decía comentarios tontos o estúpidos, de hecho era sagaz y medía sus palabras como si fueran de oro, no las despreciaba pero sus ojos decían muchas cosas-. ¿Vas a acorralarme? -le sonrió, encantada por completo, no sólo era bella, era puro fuego.

La sonrisa de Lyon afloró, casi de forma maliciosa. Anka la tentaba, le gustaba jugar con fuego-. Si te molesta...me puedes dar unas nalgadas... -la voz de la joven fue pura seda negra. Cambió de dirección dentro de la sala. En vez de ir al medio, decidió que mejor era en el fondo, llevando a Anka contra la pared. Así no podía escapar.

La película ya estaba iniciada, pero ella en realidad no buscaba ver nada de eso, esperaba que su acompañante tampoco. Se sentaron y la morena se quitó los lentes y los guardó en la carterita-. Mm.... Sus dedos notaron algo dentro de su bolso.

Anka se sentó sin perder la compostura, cruzando las largas piernas, clavó sus oscuros ojos por un momento en la pantalla pero enseguida los apartó para fijarlos en los delicados rasgos del rostro de su compañera, observando el juego de luces sobre la sedosa piel de las mejillas que ni siquiera habían enrojecido por su arrojo, eso tenía que remediarlo.

Una de sus manos se alzó y la cogió de la barbilla, acercándola, dejó asomar la punta de su roja lengua y le lamió todo el labio inferior, inhalando sobre su boca, mirándola a los ojos. Su otra mano descendió y se posó sobre uno de los muslos de su compañera, ella cogía lo que Lyon parecía dispuesta a darle.

-Mmmh... -Lyon no se cortó al momento de  dejar que su gemido vibrara en su garganta. Había imaginado a qué sabía aquella elegante boca, pero la simple sensación de esa lengua sobre su labio superaba cualquier expectativa. Un calor abrasador la envolvió, junto con una súbita excitación por la sorpresa agradable que le daba su invitada. Maldijo mentalmente el haberse puesto pantalones. Hubiera deseado sentir esos dedos sobre su piel directamente.

Su propia mano salió a la luz. Un paquetito dorado relucía entre sus dedos.  Sus  labios chuparon un segundo la lengua de Anka mientras acercaba  ante su vista un caramelo rojo. No recordaba haber comprado ningún dulce- ¿quieres? -sonrió, coqueta. Ahora que sabía que su cita iba a ser perfecta, se daba el lujo de alargar las ganas un poco más. No dejó que Anka tomara la golosina, ella misma se la iba a dar.

Anka entreabrió los turgentes labios, mostrando apenas sus blancos dientes, sus pupilas relucieron en la penumbra, esa noche la haría suya-. Dámelo... -susurró sensualmente, entregándose.

Entonces se reclinó sobre Anka, su cabeza se ladeó un poco y sus ojos brillaron al encontrar sus miradas. Su mano derecha fue justo detrás de la nuca de cabellos ondulados y unió sus alientos y sus lenguas dulces, dejando que el caramelo navegara en la saliva de una y otra.

-Ahhh -Anka cerró los ojos con fuerza y se amoldó al beso con naturalidad, dejando que el deseo guiara su boca y su lengua ansiosa. Aquel caramelo era lo más delicioso que jamás hubiera probado, no era comparable con nada que hubiera degustado anteriormente porque estaba segura que si el amor tuviera un sabor sería el de aquel caramelo.



FIN




Gracias por leer.


                                                                  






2 comentarios:

  1. Pues me animé a leer completa la historia y me terminó encantando. Te felicito por postearla y espero seguir encontrándome con historias realmente extraordinarias.

    Un abrazo,

    Isa z

    ResponderBorrar
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    1. Hola Isa, así como a ti, me encantó, la primera vez que leí la historia quedé completamente enamorada de ella.Para poder publicar una historia primero tengo que pedir permiso a los autores, por eso me tardo un poco, es difícil encontrarlos. Espero pronto tener algo.

      Gracias por leer.

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    1. Hola Isa, así como a ti, me encantó, la primera vez que leí la historia quedé completamente enamorada de ella.Para poder publicar una historia primero tengo que pedir permiso a los autores, por eso me tardo un poco, es difícil encontrarlos. Espero pronto tener algo.

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